CRÓNICA DE UNA MUERTE
ANUNCIADA (PERO CON FINAL DIFERENTE)
ULTRATRAIL COLLSEROLA 21 de Noviembre de 2015, Manu.
No suelo escribir crónicas de mis carreras, básicamente porque creo que a
los demás les importaría bien poco leerlas. No soy profesional del deporte, no
llevo a cabo retos sorprendentes, no tengo miles de seguidores en mis redes
sociales. Además una cursa es una cursa, poco más hay que contar. Pero todos
los que hayan participado en una Ultra alguna vez (acabándola o no, da igual),
saben que una Ultra no es una competición cualquiera… creo que es cierto cuando
dicen que es como vivir toda una vida en un día. Así que esta vez he decidido
compartir mi experiencia de ayer en la UltraTrail Collserola 2015 (además hoy
estoy en la cama sin poder moverme, así
que tengo tiempo).
Me inscribí a la carrera hace muchos meses, como casi siempre debido a un
impulso inexplicable que se apodera de mí los domingos por la tarde, justo
después de una competición, y me obliga a repetir una y otra vez el proceso de inscripción
a la siguiente. Todo esto fue antes de mi lesión de este verano, que luego me
obligó a acortar sensiblemente las sesiones de entreno, además de mover mi
focus desde el run a la natación. Así que los últimos meses los he dedicado más
al triathlon de corta distancia, y por una cosa o por otra, desde agosto no
pisaba la montaña. Vamos, que una Ultra en este momento me venía como el culo.
Así que me presento con toda mi cara el día de la carrera, sin haber
entrenado lo más mínimo y sin ningún tipo de presión o preocupación. Sé que con
una Ultra no se juega, y que con estas premisas las probabilidades de abandono
son altas (de hecho el año pasado acabé abandonando en el km 45, aunque por
motivos diferentes). Pero hoy he venido a jugar así que, si va mal, lo aceptaré
sin darle demasiada importancia y me lo tomaré como un entreno de calidad.
Unos cuantos Dragons participan, y eso alegra los momentos previos a la
salida. Toni y Nano juegan en otra liga, así que no espero verles en otro
momento que en la línea de salida. Con la Proli y Carmelo hemos hablado un poco
de estrategia en los días anteriores y he estado valorando la idea de ir con
ellos. Pero no lo veo claro, sé que Anna ha entrenado mucho para esta carrera y
está fuerte; Carmelo, aunque esté un poco tocado físicamente, la seguirá hasta
el fin del mundo, pase lo que pase. Así que poco convencida, voy detrás de
ellos en los primeros kilómetros, intentando en todo momento regular el ritmo y
dosificar mis limitadas fuerzas. Rubén nos acompaña durante un tramo, Lidia y
los Basteñors nos esperan en los avituallamientos y los primeros 20 km van
pasando más o menos alegremente. Pero hace un ratito he empezado a tener dolor
en las piernas, y tengo la confirmación de lo que ya sabía: hoy va a ser un día
muy largo. Sube y baja, sube y baja, esto es lo que tiene Collserola; y mi
estado general hace un poco lo mismo. Del 25 al 35 aproximadamente empiezo a
encontrarme un poco mejor, las piernas no duelen tanto, las lumbares van
aguantando dignamente. Bebo y como con regularidad, y así va transcurriendo la
mañana. En mitad de cursa (km 41) hay el avituallamiento largo, donde nos
paramos un poco más para comer y cambiarnos de ropa y calcetines. Y obviamente
la parada me sienta fatal, cuando nos ponemos en marcha ando como un Pinocho,
los tendones de Aquiles me mandan a la mierda en cada paso, rodillas y
cuádriceps me gritan rabiosos todo su odio por este maltrato sin sentido. Enseguida me quedo atrás y pierdo
de vista a Carmelo y Anna. Tengo un poquito de pájara mental y este es un
momento muy delicado: mitad de cursa, mediodía y ya voy tocada físicamente…
Pero empieza una bajada bastante pronunciada por una carretera de hormigón y me
intento convencer de que podría ser peor, podría hacer subida. Así que retomo
el ritmo y apreto un poco, pero viene una recta larga y no veo a Anna y
Carmelo, me sorprendo un poco porque me han ganado tantos metros en pocos
minutos. Continúo bajando, pero hace un rato que no veo las cintas de señalización,
y empiezo a ponerme un poco nerviosa. Llego al final de la carretera y hay un
desvío, pero ni rastro de cualquier tipo de señalización. Mierda, mierda,
mierda. Llamo a Carmelo y enseguida me explica que antes de esa carretera había
un desvío; claramente, lo he pasado de largo. Intento mantener la calma,
mientras hablo con él me quedo mirando
la carretera que acabo de bajar, y que ahora me va a tocar subir. Me acuerdo de
Bea y de las bromas que hacemos sobre lo inútiles que somos orientándonos;
media sonrisa que dura un nano-segundo, para dejar paso a la rabia contra mí
misma por ser tan tonta. Ahora, una
pregunta para los lectores: se puede ser más majos que el Carmelo, que me dice
por teléfono “Vols que doni mitja volta i
et vagi a buscar?”. Merci
Carmelillo, obviamente no puedo aceptar pero agradezco infinitamente el gran
detalle.
Los primeros kilómetros después del incidente generan un cúmulo de
pensamientos: vocecitas interiores sugieren volver al avituallamiento del km 41
y abandonar, mientras la lógica dice que tampoco es para tanto, hemos venido a
pasar el día y media horita de más no va a cambiar nada: “Has venido a hacer un
entreno largo, y esto ya ha sido bastante largo, no?” … “Mujer, esto es como
todo en la vida, si abandonas a la primera dificultad que te encuentras, nunca
llegarás a ningún sitio”… “Bueno, pero hoy he llegado al quinto pino ya”….
“Mmmm, dos fails seguidos en la misma cursa, no mola”… “A ver, que yo no le
tengo que demostrar nada a nadie, ehhh” …. “No, no, a nadie! Pero a mí
misma sí”... “Collons, que esto lo acabo
sí o sí!” … “No has entrenado una mierda, hoy no te mereces ser finisher, por
inútil” … “Inútil a mí no me lo dices, vale?”
Decido seguir. Estoy sola, lo único que me puede salvar ahora es ponerme
pequeños objetivos intermedios: el primero es llegar al km 50. Y este es el
mantra que me acompaña en la siguiente hora y media. Encuentro a muy pocos
corredores, que van muy lentos o muy rápidos para poderme unir. Además, no
tengo ganas de hablar. No paro mucho en los avituallamientos, ya he perdido
bastante tiempo y el ritmo que llevo es muy lento, lo último que me gustaría
ahora mismo es quedar descalificada por no llegar al tiempo de corte. Los
kilómetros pasan muy lentos, en cambio el tiempo muy rápido. Llego al km 60
sobre las 18h, y empieza a oscurecer. Pero voy por pista, así que decido
esperar un poco, antes de sacar el frontal y dar comienzo oficial a “la noche”.
A un par de km del avituallamiento del km 66 ya no veo nada y empiezan corriols. Saco el frontal y me pongo a
buscar la pila. Ups, llevo pilas verdad? Busco en las mil bolsitas donde tengo
organizadas las cosas, y no las encuentro. Se me deben haber caído. Porque recuerdo
haberlas metido en alguna bolsita. O quizás se hayan quedado en la mesa del
comedor??!! No no, seguro que las he metido, de hecho YA ESTABAN en la mochila.
Pero no. Está claro que no puedo correr 20 km de corriols sin frontal, así que parece que esto se acaba aquí.
Necesito la linterna del móvil porque ahora sí que ya es de noche, y veo una
llamada de Anna Bastús. Llamo de vuelta, están preocupados porque Carmelo les
ha explicado que me he perdido. Y ahora les cuento esto. Último intento con la
luz del móvil; sin parar de maldecirme a mí misma (oootra vez) por lo
desorganizada, desordenada y caótica que soy, saco absolutamente todo lo que
tengo en la mochila y empiezo a rebuscar…. Tachannnnn. La aventura sigue. Pero
he perdido aún más tiempo y ahora lo único que veo claro es que como no
espabile, no llego al corte del km 77. Me pongo música, y de repente subidón.
El Garmin debe marcar mal, porque dice que voy a 8 min/km, pero en realidad
llevo un ritmo infernal jaja J. Justo después del avituallamiento del km 66, se
enciende la luz roja que anuncia inexorablemente que las pilas tienen media
hora de vida. Tranquilos, tengo de repuesto!!
Pero es entonces cuando me acuerdo que esas también están usadas. No, requeteusadas.
Así que (ooootra vez) me maldigo a mí misma por mi imperdonable estupidez en meterme
en este percal: estoy en el medio de la montaña, por supuesto no tengo ni idea
de dónde, sólo sé que voy por el km 75, es de noche, a punto de quedarme sin
luz y por aquí no pasa nadie que me pueda ayudar. Vaya crack, tú sí que sabes
siempre cómo liarla “parda” (nunca mejor dicho). Llamaditas a Lidia y Anna me
suben un poco la moral, y sigo caminando/trotando lo más rápido que puedo. Si
he llegado hasta aquí, tengo que intentar conseguir el reto. Llego al
avituallamiento del km 77 a las 21:10, con
20’ de tiempo sobre el corte. Paro un rato y me doy cuenta de que estoy
realmente cansada. Pero ahora el pensamiento de abandonar está descartadísimo,
8 km de subidas y bajadas muy pronunciadas me separan de la meta. Dejo atrás el
avituallamiento con la moral alta, pero tengo que hacer cálculos y apretar el
ritmo para llegar a meta antes del horario límite. No va a ser fácil. A 3,5km
de la llegada, las pilas del frontal se despiden de este mundo y tengo que ir
apañándome con la linterna del móvil. Se me pasa por la cabeza que si me pego
una castaña ahora, sería bien merecida. Pero, igual que en la vida real, la
suerte es muy caprichosa. Así que directa a meta, y por los pelos (12’
concretamente) me llevo sudadera y
medalla de Finisher.
Por cierto, hoy he llegado la última, y estoy encantada.
AGRADECIMIENTOS:
-Anna Bastús
-Lidia Albujar
-Anna “Proli” Olivares
-Carmelo Porti
-Víctor Señor
-Toni Kerpach